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    Apague su smartphone y abra un libro

    La buena toma de decisiones clínicas requiere de un profundo conocimiento que proviene de la lectura de la información en los libros en lugar de en las pantallas.

    Bertrand Russell se quejó en 1924 de que: «es imposible leer en los Estados Unidos, excepto en un tren, por el teléfono». 1 Y añadió: «Todo el mundo tiene un teléfono y suena todo el día y parte de la noche». Dada la ubicuidad de las distracciones de hoy, un teléfono fijo parece casi una Arcadia*. 

Al meditar sobre un pasaje difícil, mientras practicamos la “lectura on line”, nuestra mente se distrae al revisar nuestro correo electrónico o las noticias, o para comprar algo nuevo. En lugar de estar profundamente comprometidos con la palabra escrita, nos vemos seducidos por la falsa promesa de la multitarea. Por primera vez, las distracciones se han convertido en una parte integral de la experiencia de la lectura.

La lectura en línea implica una forma diferente de la alfabetización respecto de la de la página impresa. Los ojos rebotan y parpadean ya que se lanzan de forma promiscua en busca de pepitas de información y de resultados rápidos. Es casi como si la gente fuera a la lectura en línea para evitar leer en el sentido tradicional.2

    La presentación instantánea de la información expansiva amenaza la tarea más exigente de la formación del conocimiento en profundidad.3 La alfabetización -el logro más poderoso de nuestra civilización- está siendo sustituida por el acto de guardar pantallas.

    La lectura sostenida, profundamente comprometida de un libro requiere un compromiso mayor a la exigida por la pantalla. La lectura profunda que invita al lector a ir más allá del texto es lo que desencadena las vibraciones intelectuales en la mente. En su texto “En la lectura”, Marcel Proust hace hincapié en su naturaleza generativa: «Sentimos verdaderamente que nuestra sabiduría empieza donde la del autor termina.» 4 El conocimiento verdadero sólo puede encontrarse en la soledad de su propio corazón y en la mente: «no podemos recibir la verdad de nadie. . . debemos crearla nosotros mismos», advierte Proust.

    «Nos convertimos en lo que leemos»

    La expansión de la mente de los jóvenes es muy importante y, una vez expandida, nunca se retrae a su tamaño original. Lectura profunda es indistinguible del pensamiento profundo. La lectura alimenta a la mente con el material para la reflexión: nos convertimos en lo que leemos.5 «Cuántos hombres han comenzado una nueva etapa en su vida, desde la lectura de un libro», afirmaba Thoreau.

    La capacidad de los médicos para resolver problemas está directamente relacionada con la cantidad de conocimientos específicos almacenada en sus cerebros.7 No basta con saber dónde encontrar la información; ésta necesita ser internalizada. Cuando un lector busca una comprensión global de un tema, él o ella se convierten en un libro, no en un conjunto de artículos. La información presentada en los artículos es fragmentaria por diseño y no delinea los límites de una disciplina, dejando a los lectores ajenos a los grandes huecos en su propia base de conocimientos. Los recursos en línea ofrecen trozos abreviados y simplificados de información -el fragmento más pequeño necesario para realizar una tarea- que hacen descarrilar a los procesos de pensamiento más profundos, que consumen tiempo y que profundizan la comprensión de conceptos complejos.

    Los médicos que dependen de dispositivos electrónicos saltean mediante un cortocircuito el arduo proceso de memorización de los procesos fisiológicos complejos que son necesarios para alcanzar el razonamiento clínico experto. Esta consideración es especialmente importante en la medicina aguda, donde las decisiones rápidas (a menudo en rápida sucesión) exigen una respuesta instantánea. Los aparatos electrónicos son un regalo del cielo para el control de las dosis de los medicamentos que uno no conoce, pero tal detalle mundano no debe confundirse con las operaciones biológicas complejas que sustentan el razonamiento clínico.

    «La lectura no es sólo una actividad visual, sino también una actividad corporal»

    Los neurocientíficos han estado estudiando los efectos de la lectura en el cerebro durante décadas. El cerebro es infinitamente maleable y la lectura desempeña un papel importante en la formación de los circuitos neuronales y en la expansión de las formas de pensar. Los medios no sólo sirven como canales pasivos de información sino que también dan forma al proceso de pensamiento.8 Los investigadores han encontrado que no “leemos” en línea (on line) tanto como escaneamos pasajes cortos, saltando de un sitio a otro. La lectura ha adquirido una calidad de «staccato», en lugar de realizar el trabajo pesado de la concentración, el análisis y la contemplación.

    «Nuestros ojos mienten»

    Un ensayo aleatorizado reciente, Mangen y sus colegas encontraron que los adolescentes que leyeron un material en una página impresa entendieron el texto significativamente mejor que aquellos que leyeron el mismo material en una pantalla.9 Los investigadores afirman que los lectores de impresos (papel) desarrollan la capacidad de «ver, tal como mediante el tacto se sienten la extensión espacial y las dimensiones físicas» de todo el texto contribuyendo así a una comprensión de un nivel superior. Nuestros ojos nos dicen que las palabras en una pantalla son idénticas a las de una hoja de papel. Pero nuestros ojos mienten.

    Los científicos cognitivos han descubierto que la lectura no es sólo una actividad visual, sino también una actividad corporal. Un libro es un objeto físico: se ve y se siente que un libro comienza y termina; se siente la textura de sus páginas. Hojeando de un lado a otro a través de las diferentes partes de un libro se nos proporciona un mapa mental de todo el texto, la comprensión de las relaciones y del contexto y nos ayuda a recordar. Estas experiencias táctiles están casi ausentes cuando se lee en una pantalla donde sólo es visible una página (o menos) a la vez . Esta experiencia perceptiva directa contribuye a una comprensión más profunda y de más larga duración que cuando se lee en una pantalla.

    Cuando nos enfrentamos a una pregunta difícil, los médicos a menudo encontramos la respuesta utilizando los recursos electrónicos. Pero el razonamiento clínico depende deformular la pregunta apropiada entre muchas otras posibles. Es ésta pregunta la que da paso a la selección de la mejor opción de la terapia en lugar de las alternativas menos eficaces. Pensar que un teléfono inteligente puede encontrar la mejor pregunta es poner el carro delante del caballo. La habilidad para el razonamiento clínico depende del conocimiento almacenado por un médico, y la base para que eso se establezca es la lectura profunda de libros en lugar de la navegación on line.

    * Región montañosa de la Grecia antigua, en poesía se le simbolizaba como la mansión de la felicidad y la inocencia.

    Martin J Tobin
    Editor emeritus, American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine, and professor of medicine, division of pulmonary and critical care medicine, Edward Hines Jr. Veterans Affairs Hospital, and Loyola University of Chicago Stritch School of Medicine, Hines, Illinois 60141  mtobin2@lumc.edu
*IntraMed agradece al Dr. Martin Tobin la autorización para traducir y publicar su editorial.

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